Entro al aula y me siento, parece que voy a recibir una clase
típica, normal. En ese momento la profe nos hace ponernos en pie sobre las
mesas. Tras un rato de explicación tenemos una nueva misión, todos bajo la
mesa. Esta dinámica se adopta durante toda la clase, cada 15 minutos
aproximadamente, recibimos una orden: cambiamos la silla con el compañero, saltamos,
nos tumbamos en el suelo…
¿No entendéis nada? Lógico, yo tampoco lo hacía. Pero todo
tiene su explicación, a menudo nos resulta complicado mantener la atención
durante largo rato, llega un momento en el que perdemos la concentración. Si
esto nos ocurre a los adultos imaginaos en qué grado es difícil para un niño estar
durante horas sentado y prestando atención. Esto puede ser un buen método de
desconexión y relajación.
En la pizarra hay dibujado el plano de una casa, se trata de
una comparativa. La casa nos va a servir como esquema mental y nos va a
facilitar las cosas a tener en cuenta a la hora de realizar un discurso. Pero ¿hay
aprendizaje sin experimentación? Me temo que no, por ello unos cuantos alumnos
salen ante la clase y realizan una breve presentación siguiendo los pasos
dados.
¿Una clase normal? Eso no es para nosotros.
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